miércoles, 28 de noviembre de 2012

BUSCANDO A CUATRO



-¿QUIÉN A OIDO HABLAR DE UN TIPO LLAMADO CUATRO?-Nadie, dice uno. Otro dice que no sabe quién es. Los demás no contestan, pero sus ojos delatan que sí saben. Me quedo detallando sus miradas, la dirección que toman sus cabezas al girarlas con lentitud temblorosa. Me doy cuenta que algunas miradas furtivas apuntan a un sujeto volteado hacia la pared de la celda en posición fetal. Imaginaba a Cuatro más temible, por detrás su espalda era tan estrecha, que podía pasar por un fideo gigante. – ¡Oiga, oiga Cuatro, levántese, que va a ser trasladado! Cuando lo vi seguía pensando igual sobre su aspecto. Supe también al verlo por qué le apodaban Cuatro, tenía lentes con aumentos muy potentes. Un cuatro ojos sin lugar a dudas. Realmente no parecía un tipo tan peligroso sino otro tonto. Mis agentes lo metieron a la patrulla sin dejar de apuntarle aún esposado. No dejaba de verme ni un instante, como si estudiara todos mis movimientos. Las malas lenguas o tal vez las lenguas que solían inventar más de la cuenta, decían que era capaz de matar hasta con un alfiler. Yo tendía al escepticismo desde que me inicié como agente hacía treinta y cinco años. Había escuchado tanto cuento fantástico que no me causó curiosidad ver a Cuatro. Aunque en realidad, sí, pero no una curiosidad al extremo de creer que estaba frente a un tipo salido de los comics de Marvel. Para asegurarme de que mis agentes hicieran las cosas como se trazaron, me introduje en la patrulla donde estaba Cuatro. Era una caravana de tres patrullas llenas de agentes y todo estaba monitoreado. Un helicóptero custodiaba desde arriba. Pero más allá de todo el control que tenia de la situación, me incomodaba mucho la mirada de Cuatro. Era una mirada de odio muy peculiar, no como las de otros presos, esta tenía un poder de sugestión inexplicable.

La intercomunal Guarenas-Guatire estaba bloqueada por una cola interminable de carros. El sonido de las mariposas pretendía abrir un camino posible pero lento, hasta que llegó un punto que ni siquiera eso: -¡Apártense! ¡Apártense!, dije con el altavoz, y fue cuando se abrió una ruta zigzagueante entre los monstruos de fierros calientes de sol. Aumentamos la velocidad al salir del estanco, pero una de las patrullas se recalentó y nos estacionamos mientras el gato trataba de enfriar el motor. – ¡Échale agua al radiador!, grité. Cuatro quería orinar y le pusimos en la vía, todos le apuntaban sin perder un detalle de sus movimientos. Pidió que alguien le bajara la bragueta pues tenía las manos detrás de la espalda esposadas. Mandé a Johnny cuyas manos temblaban al hacerlo. Cuatro sonreía, parecía disfrutar sentir el miedo en los demás. Le mojó las manos a Johnny al mover su cosa cuando este se le acercó para subir la bragueta. Se reía porque creyó que nadie tenía las agallas para golpearle. Yo me paré frente a él y le di uno que le sacó el aire, más atrás Johnny que cobró valor al verme. Lo montamos como perro en la patrulla y seguimos al Rodeo. Pasarían treinta años para que pudiera salir a vengarse de nosotros, si no lo mataban dentro. Eso último sería una mejor solución al problema. Pero lo más seguro es que lo tuvieran como héroe por los policías que había mandado a la otra vida. Qué tal si Cuatro no llega al penal, pensé, qué si de pronto ocurre un accidente lamentable... Por radio dije Alberto que llevara el helicóptero al penal, igual hice con las patrullas custodias. ¡Márchense ya! dije, acostumbrado a que nadie refutara nada. Cuatro miraba mis ojos con suspicacia, olfateaba el peligro tanto como yo. Si tenía poderes de verdad, ya abría descifrado mi plan. Le dije al gato que se desviara. Estacionó a mi señal. Me bajé del carro y caminé largo hasta un terreno donde ya no se distinguía la patrulla. Miré alrededor, los ranchos enquistados en los cerros estaban muy lejos para que apareciera algún imprudente. Miré el terreno polvoriento lleno de basura y moscas, el lugar ideal para la muerte de una bestia. Calculé el sitio exacto donde caería su humanidad producto de los tiros. La muerte debía ser limpia y sin cabos sueltos. –Traigan a Cuatro, dije por radio.

Construía los hechos del siniestro como una proyección holográfica de mi mente sobre el terreno. Cosas que da la experiencia. Miré nuevamente alrededor hasta el punto más alto de los cerros. Mi vista de sexagenario tenía limitaciones obvias, sobre todo con el centelleo del sol sobre los techos de zinc. Pero como dije antes, los cerros estaban muy distantes y no había un alma en todo el perímetro. Los únicos testigos de lo que sucedería estaban en el carro y ahora se aproximaban con Cuatro. Por cierto, noté que se tardaban. -¡Traigan a Cuatro! , dije por radio otra vez. Metí mi mano en la parte izquierda de la chaqueta y palpé la mágnum cañón corto, estaba allí dispuesta a cumplir todos mis deseos. No era como la clásica  reglamentada por la división, olvidada dentro de la cajuela de la patrulla. Mojé la punta de mi dedo y lo alcé, no había viento. Mejor, la bala no se desviaría de su objetivo. La frente lisa y amplia de Cuatro sería perforada hasta el otro lado. Escupí a un punto impreciso del suelo y lo froté con el pie, aquí caería la cabeza del interfecto. -¡Traigan a Cuatro! ¡Responda sargento! ¡Responda! La radio estaba apagada, otra razón para sospechar. Otra razón para que se le ocurran a uno ideas locas. Desenfundé la mágnum. Mis pasos avanzaron escépticos hacia donde alguna vez estuvo una patrulla color gris. Sobre el suelo, dos huellas impresas de neumáticos y dos cuerpos inertes con heridas del tamaño de un alfiler.  

 

LA MONA LISA o GIOCONDA

LA MONA LISA o GIOCONDA
Por: Leonardo da Vinci

PERROS JUGANDO POKER

PERROS JUGANDO POKER
Perros jugando al póquer es una serie de pinturas realizadas por Cassius Marcellus Coolidge. En total 16 obras que muestran a perros con actitudes humanas, de las cuales 9 las mostraban jugando al póquer. En las otras se mostraba a los perros fumando cigarro, bailando, jugando Baseball y declarando en la corte.

ROMEO Y JULIETA

ROMEO Y JULIETA
Español: Representación de la famosa escena del balcón de Romeo y Julieta. Pintura de 1884, por Frank Dicksee.

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Creí que mis sentidos se habían agudizado: olía la pólvora de la bala que no había explotado, escuché cada órgano de mi cuerpo y la sangre fluir por la arteria impulsada por mi corazón. Pensé que la muerte estaba tan cerca que no podría distinguirla si venía. Y en realidad, no lo hice. Nunca pude saber si había muerto luego de ese día. Sólo sigo escuchando voces. Algunas conocidas, otras no. Algunas veces escucho gente que me rodea y llora. Se torna todo como una pesadilla. Me gustaría sentirlos cuando me tocan. Abrazarlos. Quisiera alentarlos. Decirles que siempre hay esperanza. Que tal vez un día yo salga de esta situación. Y me pueda mover y parar y caminar. Porque es terrible estar así. Como si muriera por gotas. Por gotas contadas por ese pitido interminable de la máquina. Es algo parecido a soñar despierto. Sólo que no puedes abrir los ojos. O aún más terrible. Como morir soñando. Y en ese caso, sería el primero que muere así. Extracto del cuento EN COMA.
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