jueves, 8 de noviembre de 2012

LAS PERIPECIAS DE UN CAZA RATONES






Por la noche, cuando apagaba las luces, una alfombra de ratones comandados por una rata recorría el departamento. El bullicio era tan  espantoso, que ya mi esposa comenzaba a comportarse como mi madre. Que cómo se comportaba mi madre, pues, sufría de insectofobia, la palabra lo explica todo. Pero es comprensible para las mujercitas temerle a este tipo de bichos. Sin embargo, yo, un macho de la estirpe más rancia, temerle a roedorcillos, era impensable. Así que, una noche, cuando mi esposa dormía, puse en marcha mi plan de ataque. El truco era revestir el piso de una capa de pegamento, de manera que los bichos no pudieran atravesarlo como solían y quedaran atrapados. Había comprado unas láminas pegarratas que venden en cortes rectangulares, pero fue imposible desprender el papel de la parte que pega, entonces, enloquecido con la idea de eliminar a todos los bichos que existían en el mundo,  decidí  untar el piso con una cola especial súper fuerte envasada en tubos como dentífrico.  Luego de una larga lucha contra el sueño, me di cuenta que los ratones no saldrían. Y  que tampoco podíamos salir de la cama porque todo el piso tenía pegamento.
Puse en práctica el viejo truco de las trampas. Encontré una muy moderna en el supermercado, el martillo era forrado en goma. De manera que amortigüe el dolor, en caso de accidentes. Supuestamente evita que un dedo se te haga puré. No recuerdo bien cuántas compré pero eran muchas. Pasé casi medio día sujetando los martillos de las barras de retención. Las coloqué cuidadosamente en los lugares estratégicos del departamento. Por la noche, mi esposa rehusó hacer guardias, tenía aquella imagen persecutoria donde se veía rodeada de ratones sin encontrar salida, o que luego de ver a la rata caer en la trampa, saliera a morderla como en los documentales; recuerdan: “una rata acorralada morderá a su oponente…” Estaba particularmente trémula, y hacía aquella mueca de pánico con su cara que me daba risa, tanta,  que tuve que ahogarla al instante con un vaso de agua. No las contaría si viera el dibujo de una sonrisa en mi cara.
Desperté sobresaltado en la madrugada lamentando que las trabas de las trampas, no se habían corrido. Aun cuando los ratones festejaban sobre las barras de retención, y devoraban pedacitos del costoso pecorino. Seguían su trayectoria acostumbrada detrás de una gran rata, que parecía lanzar una chirriante carcajada, y burlarse en mi propia cara; lo confieso, causándome ahora un terrible pánico paralizador. Mi esposa se había levantado y dijo frenética:-¡Ándate pues y agarra esa bicha por el pescuezo!
Me paré firme, con la vista fija en el techo raso del departamento, como mirando al mismo cielo azulado, metido en lo más profundo de mis pensamientos filosóficos, que consistían en repetirme una y otra vez, que los machos no le temen a las ratas, y avancé como un soldado dando el primer paso heroico sobre una de las trampas que, esta vez, funcionó a la perfección.

Si alguna vez amé la venganza, fue aquella vez. Saqué de la despensa el Veneno. Campeón Plus-Killer (el original): Aniquila ratas, ratones, cucarachas, bachacos, parásitos, bacterias y otras alimañas aun no descubiertas por la ciencia. El frasco temblaba entre mis manos. Dispersé los fragmentos sobre un poco de harina, hundí pedacitos en una lonja de tomate, esparcí un poco en puré de plátano y, por supuesto, queso, mucho queso, el más hediondo que tenía en la nevera.  Coloqué los manjares justo en la entrada del terrible hueco, y practiqué el ancestral arte de la espera. También mi esposa lo hacía apoyada en una escoba, la veía dormitar por momentos. –Vete a dormir, le dije, esta rata es pan comido. Ella se fue al cuarto y me quedé vigilando cada partícula de aire que entraba o salía por el hueco. La vería morir sobre la misma comida que me robaba cada noche pero, no fue así, en realidad, no pude ver su muerte porque me dormí…
Me levantó el grito de mi esposa: -¡Papi, cayó por fin la desgraciada! Estaba la rata y todo su pequeño clan de roedores boca arriba, aniquilados por los manjares envenenados dentro sus estómagos. Recuerdo que recogimos cada bicho en una bolsa y los lanzamos al container. Por la noche, nos acurrucamos escuchando el delicioso sonido del silencio, era tan profundo, neutro y dilatado, que se podían escuchar las pequeñas gotas de agua que se escapaban del grifo del fregadero. Pero unos minutos más, sólo unos minutos, y volvió la estridencia en la cocina, el chirreo de paquetes que se abrían, los trastes que caían de las hornillas, el pitido persistente de la rata dirigiendo su clan de destructores. Nos paramos sin decir nada, dispuestos a repetirlo todo, a gastar todas las trampas, los venenos, y los tubos de pega.

LA MONA LISA o GIOCONDA

LA MONA LISA o GIOCONDA
Por: Leonardo da Vinci

PERROS JUGANDO POKER

PERROS JUGANDO POKER
Perros jugando al póquer es una serie de pinturas realizadas por Cassius Marcellus Coolidge. En total 16 obras que muestran a perros con actitudes humanas, de las cuales 9 las mostraban jugando al póquer. En las otras se mostraba a los perros fumando cigarro, bailando, jugando Baseball y declarando en la corte.

ROMEO Y JULIETA

ROMEO Y JULIETA
Español: Representación de la famosa escena del balcón de Romeo y Julieta. Pintura de 1884, por Frank Dicksee.

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Creí que mis sentidos se habían agudizado: olía la pólvora de la bala que no había explotado, escuché cada órgano de mi cuerpo y la sangre fluir por la arteria impulsada por mi corazón. Pensé que la muerte estaba tan cerca que no podría distinguirla si venía. Y en realidad, no lo hice. Nunca pude saber si había muerto luego de ese día. Sólo sigo escuchando voces. Algunas conocidas, otras no. Algunas veces escucho gente que me rodea y llora. Se torna todo como una pesadilla. Me gustaría sentirlos cuando me tocan. Abrazarlos. Quisiera alentarlos. Decirles que siempre hay esperanza. Que tal vez un día yo salga de esta situación. Y me pueda mover y parar y caminar. Porque es terrible estar así. Como si muriera por gotas. Por gotas contadas por ese pitido interminable de la máquina. Es algo parecido a soñar despierto. Sólo que no puedes abrir los ojos. O aún más terrible. Como morir soñando. Y en ese caso, sería el primero que muere así. Extracto del cuento EN COMA.
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