-Mami mami, es verdad que el hombre viene del mono. Layla
sonrió con una expresión de sorpresa.-Bueno, eso dice la ciencia pero yo digo
que no, el hombre es muy bonito. –Pero la maestra dice que el mono se convirtió
en hombre. Layla echó una carcajada.
Nunca pudo aceptar esa teoría como cierta, le parecía grotesca. Más cuando su
hijo dijo que Ramón se parecía mucho a los simios. –Respeta a tu padre le dijo,
y contuvo la risa. Se le vino una imagen simiesca de Ramón en calzones de motas
negras. Lo vio saltando sobre la cama emitiendo los sonidos de chita. Volvió a
contener la risa poniendo la mano sobre su boca. -Si tu padre fuera un simio,
qué serías tu Antonio…qué crees que serías, anda dilo. Antonio sonrió pícaro y
dijo: -pues, un mono mami. -¿Qué es tu padre Antonio? –Un humano mami. -¿Y qué
eres tú? Otro humano mami. –Te fijas, el hombre no proviene del mono, somos muy
diferentes. –Pero mami, la maestra dice que pasaron muchos miles de años. Dice
que el mono fue cambiando y cambiando, hasta que un día miró el espejo de un
río y apareció el primer humano sobre la tierra. – Si fuera así, quién podría
negar que los humanos dejaron de evolucionar. Seríamos todavía incompletos
hijo, sin haber logrado está tecnología que hoy nos sorprende. –Pero mami, la
maestra dice que la prueba esta en el eslabón perdido. -Sí, un mono erguido con
grandes pies y cara de hombre, hace cuarenta años me lo dijeron en la escuela y
todavía espero una evidencia inequívoca. –Pero mami, la maestra nos trajo la
foto del eslabón perdido. Layla sacó de un libro unas fotos idénticas: – ¿Éstas
son?, dijo con un rictus en su boca. Antonio vio la misma osamenta
precariamente reconstruida. –Sí, es esa mamá. – Yo no quiero que dejes de
confiar en la ciencia hijo, pero recuerda que la ciencia se puede equivocar. –
Pero papá dice que sí existe el eslabón perdido. –Tu padre es en realidad un
arqueólogo frustrado. Ramón escuchaba detrás de las páginas del periódico que
lo tapaban como cortinas de papel. Desde hacía rato devoraba la página cultural
recostado sobre el sofá de la sala. Movía la cabeza en señal de desaprobación
cada vez que Layla decía algo a su concepto arbitrario. –Tu padre estudió tres
años arqueología y no pudo concluirlo por el trabajo, pero hay muchos que
trabajan y estudian. Tal vez si hubiera seguido hoy pudiera decirnos algo sobre
el fulano Australopithecus. –No es así Layla, dijo Ramón desde el sofá, lo que
pasa es que la albañilería me deja agotado al final del día, a veces el final
de la jornada se extiende hasta el ocaso. Antonio miraba a su padre con
admiración porque se dio cuenta que había estudiado en la universidad. –Papá,
mi mami cree que las fotos son falsas. –Sí, esas son falsas hijo,
lamentablemente hay tipos degenerados que sólo les interesa la plata, para
ellos la ciencia es simplemente un medio de riqueza. Pero ciertamente hay
verdaderos científicos que han hecho avances importantes. –Pero entonces, ¿hay
pruebas verdaderas del eslabón perdido? –No hay tales pruebas, dijo Layla
mientras cocinaba sobre la estufa. Ramón se levantó del sofá y se acercó a la
cocina. –Se lo voy a enseñar Layla, dijo. Layla abrió los ojos repentinamente:
-No Ramón no se la enseñes, sólo es un chico de nueve. –Pero es la clave Layla.
–Ninguna clave Ramón, es sólo un extraño desatino de la naturaleza. –Pues, sea
como sea, ya es hora de que el chico vea las cosas como son… Ramón se puso
frente Antonio muy serio y le dijo: -Hijo, lo que verás ahora es en realidad la
clave de la existencia. Acto seguido, se puso de espaldas y bajó sus
pantalones. Frente al niño, salió lo que podría definirse como una gran cola de
mono semejante a las que había visto muchas veces en el zoológico. –Guau papi,
dijo Antonio, pero su mente no pudo resistir lo que vio, y se desmayó. Cuando despertó,
su padre seguía leyendo el periódico sobre el sofá y su madre cocinaba sobre la
estufa. Resolvió que todo lo había soñado, que el eslabón perdido era sólo un
cuento, y que su padre no tenía cola pues, era sólo un humano.
El detective camina por los suburbios, otea callejones, detalla el interior de los autos, hurga rostros desconocidos; tal vez así encuentre la tan ansiada perla, la pista que le lleve al perpetrador de aquellos crímenes...
martes, 20 de noviembre de 2012
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LA MONA LISA o GIOCONDA
PERROS JUGANDO POKER
Autor
- Axel Blanco Castillo
- Creí que mis sentidos se habían agudizado: olía la pólvora de la bala que no había explotado, escuché cada órgano de mi cuerpo y la sangre fluir por la arteria impulsada por mi corazón. Pensé que la muerte estaba tan cerca que no podría distinguirla si venía. Y en realidad, no lo hice. Nunca pude saber si había muerto luego de ese día. Sólo sigo escuchando voces. Algunas conocidas, otras no. Algunas veces escucho gente que me rodea y llora. Se torna todo como una pesadilla. Me gustaría sentirlos cuando me tocan. Abrazarlos. Quisiera alentarlos. Decirles que siempre hay esperanza. Que tal vez un día yo salga de esta situación. Y me pueda mover y parar y caminar. Porque es terrible estar así. Como si muriera por gotas. Por gotas contadas por ese pitido interminable de la máquina. Es algo parecido a soñar despierto. Sólo que no puedes abrir los ojos. O aún más terrible. Como morir soñando. Y en ese caso, sería el primero que muere así. Extracto del cuento EN COMA.